Las inversiones que implican unos altos costos y están expuestas a riesgos considerables, tal como ocurre con las obras públicas, las plantas de energía y otras similares, se tienden hoy a financiar mediante contratos con diversos partícipes, cada uno de los cuales asume una fracción del riesgo según sus circunstancias particulares. Aparece así la fórmula del finanproyecto (project finance) que ha cobrado una significativa importancia en los países anglosajones, pero que se extiende cada vez más en todo el mundo a través de convenios dónde puede participar o no un gobierno huésped. Algunos contratos típicos del finanproyecto se celebran entre la sociedad promotora y unas entidades representativas ya de la clientela, ya de los proveedores. Su finalidad principal es asegurar al proyecto de inversión unas ciertas garantías en cuanto a la demanda de los productos que genera y también en cuanto a la oferta de materias primas que requiere su normal desenvolvimiento. A parte otros contratos con el constructor y con las empresas operacionales de mantenimiento, la sociedad promotora acuerda los préstamos necesarios para el financiamiento con consorcios bancarios, aunque se recurre también con frecuencia a la emisión de bonos