Los trabajos de Cuadrado (2003) y Chemers (2001) han demostrado con suficiente claridad que las diferencias entre hombres y mujeres, en el ejercicio del liderazgo, son mínimas, tanto si nos referimos a los estilos de liderazgo como en relación a la eficiencia del liderazgo. una y otra vez, se constata la dificultad que tiene la mujer para acceder a posiciones de liderazgo en las organizaciones, pero esta constatación pone de relieve la relación que existe entre liderazgo y estatus social. De hecho, en los estudios sobre liderazgo y género se maneja un concepto de liderazgo directivo, que convierte al líder en un transmisor del conocimiento del sistema a los miembros de la organización. Junto al concepto de liderazgo directivo, tenemos el concepto de liderazgo facilitador que se utiliza cada vez más en los equipos de trabajo. El liderazgo facilitador convierte al líder en el formador de un equipo que es capaz de integrar las habilidades de los miembros del equipo y crear un conocimiento compartido. Tampoco aquí parece que el género tenga demasiada influencia. Son aspectos personales de los hombres y de las mujeres los que más inciden sobre su capacidad de facilitación de los equipos de trabajo. En cambio, en la cuestión de qué tipo de roles de equipo asumen, de manera preferente, hombres y mujeres, es posible que podamos encontrar una influencia del género, en el sentido de que las mujeres tienden más a asumir los roles sociales y cognitivos, mientras que los hombres tienden a asumir, preferentemente, roles de acción.