Sandra Chiclana
En la institución penitenciaria española, y en conformidad con el mandato constitucional, los programas específicos de tratamiento se han consolidado de manera significativa. Una de las características de estas intervenciones es que se orientan fundamentalmente hacia el abordaje terapéutico de los factores de riesgo de las personas privadas de libertad. Se trata, pues, de intervenciones dirigidas a trabajar las necesidades y carencias de los internos e internas con el objetivo de reducir la probabilidad de reincidencia delictiva.
Si bien es cierto que el trabajo con factores de riesgo es absolutamente necesario y fundamental en el marco de las intervenciones penitenciarias, en la actualidad se observa un notable interés en ámbito académico hacia nuevos modelos de intervención. En este sentido, un creciente número de investigaciones y propuestas teóricas apuntan a la importancia de abordar también el desarrollo del bienestar y las fortalezas de las personas privadas de libertad, como elementos complementarios a la reducción de los factores de riesgo.
Estos nuevos enfoques se basan en la premisa de que trabajar sobre las fortalezas y el bienestar de los internos puede resultar igual de efectivo, si no más, que la intervención exclusiva en sus riesgos y carencias. De esta manera, se pretende transitar hacia una visión más integradora y humanizada de la intervención penitenciaria, que contribuya de manera efectiva a la reinserción social y la reducción de la reincidencia