Cádiz, España
En una sociedad democrática, que apela por valores como la justicia social, todas las personas tienen derecho a una educación de calidad que les permita desarrollar al máximo sus capacidades para integrarse en todas las facetas de la sociedad. En el presente artículo de revisión destacamos que, para lograr dicha educación de calidad, la evaluación juega un papel crucial, pues educación y evaluación deben ir de la mano. Actualmente, la evaluación pretende ser lo más justa posible con todos los aprendices. Tras revisar varios trabajos en esta línea, la literatura actual se decanta por la idea de que, para ser justa, y atender a las necesidades de cada estudiante, uno de los propósitos de la evaluación es, mediante su función formativa, regular el proceso de enseñanza y aprendizaje para que todos los estudiantes puedan aprender, atendiendo a la equidad para ajustar la evaluación a cada persona. No obstante, la evaluación es un proceso complejo que también tiene asignadas otras funciones, como la de rendir cuentas del aprendizaje de cada estudiante siguiendo criterios de evaluación objetivos e igualitarios para todos, valorando una evaluación justa como aquella que permite comparar los resultados entre individuos e instituciones. Se produce aquí un debate dicotómico acerca de qué es una evaluación justa: aquella que trata a todos por igual, de manera igualitaria, objetiva, valorando que la justicia radica en tratar a todas y a todos como iguales; o aquella que se ajusta a las necesidades de cada estudiante, más subjetiva, y que es sensible a las diferencias individuales de cada persona. El enfoque de la evaluación inclusiva se inclina por la equidad, ofreciendo oportunidades a todos los estudiantes en función de múltiples factores que generan diversidad, no solo atendiendo a la presencia de discapacidades o necesidades educativas especiales, sino a todos los estudiantes. Se concluye que una evaluación inclusiva es aquella que entiende que todos los estudiantes pueden aprender, que es crítica con los procedimientos de evaluación tradicionales que, mediante prácticas muy arraigadas (tiempos cronometrados, instrumentos inflexibles en tiempo y formato, exámenes como principal instrumento de evaluación…), favorecen a cierto tipo de estudiantes, mientras que excluyen a otros. Es aquella que parte de los tres principios de la inclusión educativa, presencia, participación y logro, para servir al aprendizaje, frente a la evaluación tradicional, que, contrariamente, fomenta que sea el aprendizaje quien esté al servicio de la evaluación.
In a democratic society that upholds values such as social justice, all individuals have the right to a quality education that enables them to fully develop their abilities and integrate into all facets of society. In this review article, we emphasize thatachieving such quality education requires a crucial role for assessment, as education and assessment must go hand in hand. Currently, assessment aims to be as fair as possible to all learners. After reviewing several works in this area, the current literature leans towards the idea that, to be fair and to meet the needs of each student, one of the purposes of assessment is to regulate the teaching and learning process through its formative function so that all students can learn, focusing on equity to tailor the assessment to each individual. However, assessment is a complex process that also has other assigned functions, such as accounting for each student's learning by following objective and equal evaluation criteria for all, valuing a fair assessment asone that allows for comparison of results among individuals and institutions. This creates a dichotomous debate about what constitutes a fair assessment: one that treats everyone equally, in an egalitarian, objective manner, valuing justice as treating everyone as equals; or one that adjusts to the needs of each student, more subjective, and sensitive to the individual differences of each person. The inclusive assessment approach leans towards equity, offering opportunities to all students based on multiple factors that generate diversity, not only addressing the presence of disabilities or special educational needs, butall students. It concludes that an inclusive assessment is one that understands that all students can learn, that is critical of traditional assessment procedures which, through deeply rooted practices (timed tests, inflexible instruments in time and format, exams as the main assessment tool...), favor certain types of students while excluding others. It is one that is based on the three principles of educational inclusion: presence, participation, and achievement, to serve learning, as opposed to traditional assessment, which, conversely, promotes learning to be at the service of assessment