La pandemia de COVID-19 ha acarreado un efecto negativo en la salud mental de la población, particularmente, incremento de síntomas de ansiedad y depresión. Resulta importante evaluar si los efectos de la pandemia en la salud mental se mantienen y/o cómo han variado en el tiempo. Este trabajo se propuso analizar la variabilidad de los síntomas de ansiedad y depresión durante los primeros 25 meses de pandemia, considerando grupo de edad, nivel socioeconómico, género e infección COVID-19. Se realizó un estudio longitudinal de 6 medidas con una muestra definitiva de 988 argentinos, 18-77 años, 82% autopercibidas como mujer, 18% como hombre, 158 sufrieron COVID-19. A través de Google Forms se administraron, a los 2, 14, 50, 130, 390 y 750 días de iniciado el ASPO, el Inventario de depresión de Beck-II y la escala de ansiedad estado del Inventario de Ansiedad Estado-Rasgo. También se evaluó género, edad, NSEC, factores de riesgo y contagio de COVID-19. Los resultados demuestran el aumento sostenido de la sintomatología de ansiedad y depresión hasta los 390 días de iniciado el ASPO y un descenso de la ansiedad (a niveles inferiores a los iniciales) a los 750 días. La sintomatología depresiva, si bien disminuye a partir de los 750 días, aún se mantiene en niveles superiores a los iniciales. En las seis medidas las mujeres presentan mayor sintomatología que los hombres, las personas con nivel socioeconómico más bajo reportan mayor sintomatología que las de niveles más altos y los síntomas de ansiedad y depresión son mayores en los más jóvenes. Contrariamente a muchas predicciones, las personas mayores mostraron mejores indicadores de salud mental que el resto de la población. Estos hallazgos resultan necesarios para monitorear los efectos a largo plazo de la pandemia y prevenir malestar en la población frente a sucesos semejantes en el futuro.