Silvia Tubert
La demanda de cirugía estética pretende restaurar el narcisismo herido. Sin embargo, aunque se busca modificar la imagen, las intervenciones se realizan en el cuerpo, que no es un mero organismo, pues en él se encarna un sujeto, con experiencias y una historia personal, familiar, amorosa, profesional, en la que se organizó su corporalidad. Historia y experiencias dejan huellas corporales: intervenir en el cuerpo implica intervenir en la subjetividad y en la historia personal.
Las causas de insatisfacción son diversas; es necesario investigar en cada caso qué hay más allá de la demanda manifiesta. Pensar que en la petición de aumento o reducción de mamas sólo está en juego el deseo de parecerse a ciertos modelos es quedar en la superficie. Como las mamas son caracteres sexuales significantes de la feminidad, es probable que la demanda se vincule con el significado que cada mujer atribuye al hecho de serlo y con su vivencia de la feminidad.
Las influencias externas no actúan sólo cuando se solicita la operación sino que intervinieron en la historia previa, pasando a ser internas por identificación. Es el caso de niñas cuyo malestar con su cuerpo se origina en familias que no han aceptado su sexo, le han asignado significaciones negativas, o les han transmitido su rechazo a ciertos rasgos físicos.
Si bien debemos atender a los diversos agentes que incitan al consumo injustificado o adictivo de intervenciones estéticas, es imprescindible considerar las motivaciones que subyacen a cada demanda, cuyas raíces se encuentran en la organización subjetiva singular, la historia que la ha configurado como tal, la vivencia del cuerpo, los posibles trastornos de la imagen corporal, y las relaciones intersubjetivas en las que participa cada mujer.