Luce Irigaray
La crisis que el COVID-19 ha generado en nuestras vidas fructifica con Luce Irigaray al invitarnos a reflexionar y preguntarnos qué construcción del mundo hemos establecido y cómo podríamos reconducir nuestro extravío. Mucho antes de las recientes restricciones, en Occidente se nos ha alejado de lo primordial, el aire que compartimos con cada ser vivo. Lo más elemental para nuestra supervivencia en comunidad ha sido —y es— corrompido y contaminado. Además, la solución ante el contagio del virus pasó por la separación de nuestros cuerpos y ello supone una oportunidad para cuestionar también el modo en que establecemos contacto, cómo nos relacionamos sobre todo entre hombres y mujeres, qué lugar ocupan las caricias, cuánto espacio otorgamos al tocar, y cómo hemos sido afectados a lo largo de la historia por la privación o prohibición del contacto mutuo.