Desde Freud, interpretar supone partir de la noción de sujeto siempre dividido que ignora de qué goza. A lo largo del análisis, la transferencia volverá posible la labor descifradora del analista, haciendo progresar el encuentro del sujeto con su palabra y su deseo sexual inconsciente. Interpretar consiste en hacer consciente lo inconsciente, en producir movimientos, de efecto "a posteriori", en el interior de una estructura cuyas líneas llevan al sujeto de un saber reprimido y contradictorio, a una verdad deslindable de la mentira, a ver qué goce sin sentido lo sujeta y causa su deseo. ¿Cómo plantear la posición del psicoanalista en este lance, campo de deslizamientos y equívocos, donde el único poder verdadero con que cuenta el analista es el de la palabra, que recrea, reescribe y reconstruye la historia deseante del sujeto, cifrada en el síntoma y escenificada en el fantasma?.