En 1980, Layton decidió formarse como psicóloga debido al impacto que tuvieron en ella los numerosos movimientos sociales que estaban aconteciendo en aquellos años.
Estos movimientos reivindicaban el reconocimiento de identidades culturalmente devaluadas en la sociedad: derechos civiles, segunda y tercera ola del feminismo, poder negro, liberación de gays y lesbianas, movimientos queer y trans, etc. Hasta entonces su carrera había estado orientada hacia la docencia, impartiendo distintos cursos en la Universidad de Harvard sobre aspectos sociales y feminismo.
Durante su formación en psicología se decepcionó al descubrir un campo profundamente individualista, centrado principalmente en definir y vigilar la normalidad/anormalidad. Este no reconocía los efectos que tienen sobre la subjetividad la historia, las diferencias de poder y la violencia sistémica y simbólica que la sociedad infringe a sus ciudadanos. No obstante, se sintió fuertemente atraída por las distintas teorías psicoanalíticas, lo que la condujo a formarse como psicoanalista clínica.