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Paola Delbosco
Las crisis externas e internas que perturban la vida de las personas, las naciones y las regiones de nuestro mundo nos instan a buscar modelos que superen al del homo oeconomicus. El mundo del trabajo, estructurado sobre la base de la productividad de un individuo abstractamente autosuficiente, se muestra absolutamente inadecuado para la vida de las personas y para la formación de las familias. El individualismo está debilitando los lazos sociales y la economía necesita del tejido social para subsistir. La economía del don ofrece un enfoque diferente, cuyo fundamento es la reciprocidad, en un dinamismo caracterizado por la cooperación y la generosidad. Esta peculiar actitud no impide resultados econÓmicos positivos, pero en el desarrollo de una comunidad incluye otros aspectos, como la aptitud para formar una familia funcional y la cohesión social. Confirma esto una investigación del Centro Conciliación Familia y Empresa del IAE2 entre más de 800 directivos de empresa, varones y mujeres, y mandos medios en la Argentina, que muestra que las personas que a través de su trabajo buscan constantemente aportar al bien de los demás, poniéndose en línea con los criterios de la economía del don, son también quienes armonizan profesión y familia. Es así que la importancia de la familia es confirmada una vez más en estudios empíricos.
