Jean-Luc Chappey
Desde 1789, los médicos franceses ganan poder en todo lo relativo a la salud de la población. Las autoridades revolucionarias intentan compaginar las restricciones sanitarias para prevenir epidemias con las nuevas libertades sociales.
Pero las medidas aún son muy coercitivas y están supeditadas a la guerra, que convierte París en un arsenal químico y militar en detrimento de la salud de sus habitantes.
La relación entre epidemias y dinámicas políticas continúa a lo largo del siglo XIX, y el propio Bonaparte obtiene rédito de la enfermedad y burla las restricciones para acceder al poder.