El telescopio ALMA, inaugurado en 2011, concedió a los astrónomos la primera oportunidad de observar con detalle los discos de gas y polvo que rodean las estrellas.
Tales discos circunestelares ayudan a comprender la formación y evolución de los sistemas solares distantes, y su estructura puede delatar la presencia de planetas imposibles de detectar de otro modo.
Los telescopios que entrarán en funcionamiento en los próximos años nos permitirán profundizar en el estudio de los discos circunestelares y tal vez observar de manera directa los planetas que albergan.