La antropología social ha experimentado un importante crecimiento en nuestro país aproximadamente en los últimos diez años, tanto en ámbitos académicos como en aspectos de investigación relacionados con las administraciones regionales. Sin embargo, esa implantación no va acompañada necesariamente de una reflexión y adaptación teórica a las nuevas circunstancias. En este artículo se examinan criticamente tres ejemplos que muestran los riesgos que implican algunas concepciones que prescinden, teórica y practicamente, de lo que la historia y la temporalidad suponen.