Las conductas relacionadas con lo oral nos remiten a una etapa del desarrollo caracterizada por la dependencia fisiológica y emocional, por la indiferenciación del niño respecto a su exterior y por la vivencia fragmentada de las sensaciones. Los recursos para acceder a las fuentes de satisfacción y para tramitar el sufrimiento son precarios durante este primer año de vida e incluyen la incorporación de los objetos de manera oral. Estos comportamientos se inscriben en lo preverbal.
Etiquetar estas conductas en el adulto, cuando son extremas (por ejemplo, atracones, abusos de sustancias, vómitos, inanición, etc.), como un “pecado” (contra Dios o contra la Salud) sin analizar su origen ni significación, lleva a proponer tratamientos centrados exclusivamente en la eliminación a través del control.
En cambio, interrogarse acerca del origen del sufrimiento y de la posición que el sujeto adopta, favorece el desarrollo de vías alternativas y más maduras para el manejo de las dificultades y conflictos vitales, al introducir la palabra y la relación terapéutica como parte del tratamiento.