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En esta comunicación, pretendo compartir mi experiencia y reflexiones sobre los modos posibles de intervención terapéutica en pacientes en que el proceso de simbolización, y por lo tanto el pensamiento, se ha visto precozmente perturbado. He querido también destacar la importancia de la observación y la descripción como valiosos instrumentos de nuestro quehacer terapéutico. Mi reflexión hace referencia a la manera como nuestra comprensión y método psicoanalítico pueden incidir en estos casos haciendo posible el acceso a las experiencias emocionales. Para ello expondré el caso de Toni, un niño que fue traído a consulta a los tres años y medio e hicimos juntos un arduo recorrido de cinco años. Como siempre, las palabras serán limitadas para expresar todo lo que involucró la experiencia, pero he procurado hacer un esfuerzo para, al menos, poder trasmitir lo más significativo que pueda ayudar a pensar sobre los planteamientos propuestos.
