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Así como las actitudes han sido un tema relativamente constante a lo largo de los años y a través de las diversas modas teóricas en psicología social, los valores son una cuestión que desaparece y reaparece en escena de forma intermitente.
Su alto grado de abstracción y su parentesco cercano con la filosofía los hacen difíciles de abordar para una disciplina que se pretende científica. Y, sin embargo, su relevancia social es demasiado grande para soslayarlos durante mucho tiempo; porque los valores son probablemente el mecanismo más sutil de control social: son el instrumento que la sociedad emplea para que sus miembros deseen hacer lo que es socialmente aceptable. Por eso los valores son un concepto indisolublemente unido al proceso de socialización.
Actualmente, los valores vuelven a estar de moda. Tanto en el plano teórico como en el ámbito educativo, ha habido recientemente un buen número de trabajos importantes sobre valores (cfr. Braithwaite, 1993; Schwartz, 1992, 1993).
Y, sin embargo, uno tiene al revisar la literatura la sensación de que los esfuerzos por conceptualizar y medir el constructor discurren paralelos a las propuestas de intervención o educación en valores, sin que ambas líneas lleguen nunca a encontrarse. Tal vez la nuestra sea la aspiración ingenua del investigador universitario que no puede tolerar que la teoría se desarrolle con independencia de la práctica, o que la psicología discurra al margen de la vida real.
