Jane R. Lewis
Este artículo se une a la conversación cada vez más extendida del psicoanálisis contemporáneo sobre el "algo más" que el lenguaje hablado, que durante mucho tiempo ha sido privilegiado en nuestra profesión. Concretamente, se explora la noción de que la conceptualización de la mente por parte de la investigación infantil como dialógica en su origen (es decir, que estamos precableados desde el nacimiento para participar en una comunicación no verbal y afectiva) es consistente con la posición de que una conexión encarnada, dialógica, co-creada y empática puede evolucionar con pacientes severamente traumatizados y congelados cuya experiencia no sólo no está formulada, sino que es inenarrable. Esto se ilustra con un relato en profundidad de un desafiante viaje terapéutico con un hombre muy inteligente cuyas relaciones sociales ocultaban un mundo de dolor congelado y terror a la violación. Solo cuando la terapeuta pudo conectarse con aspectos de sí misma generados por el trauma que habían permanecido congelados, pudo encontrar una forma empática de estar-con y, en última instancia, comprender el mundo congelado y sin palabras de su paciente.
This article joins in contemporary psychoanalysis’ ever-expanding conversation about the “something more” than spoken language that has long been privileged in our profession. Specifically, the notion is explored that infant research’s conceptualization of mind as dialogic in origin—that we are prewired from birth to participate in nonverbal, affective communication—is consistent with the position that an embodied, dialogic, co-created, empathic connectedness can evolve with severely traumatized, frozen patients whose experience is not just unformulated but unspeakable. This is illustrated with an in-depth account of a challenging therapeutic journey with a highly intelligent man whose social relatedness hid a world of frozen grief and terror of violation. It was only when the therapist could connect with traumagenerated aspects of herself that had remained frozen, could she find an empathic way of being-with and ultimately understanding her patient’s wordless, frozen world