La anorexia-bulimia ocupa una posición de encrucijada entre la infancia y la edad adulta, tal como acostumbra a pasar en la adolescencia, entre lo psíquico y lo somático, entre lo individual y lo social; y, entre ambos, el grupo familiar, la importancia del cual se admite cada vez con menos reticencia. Encrucijada entre el yo ideal y el ideal del yo, entre el narcisismo y el Edipo. Más allá del carácter repetitivo y estereotipado del síntoma, los trastornos de las conductas alimentarias revelan una dinámica específica de las relaciones y las investiduras. La observación de estos pacientes muestra en acción parejas de opuestos y juegos de equlibrio entre contrarios, entre lo manifiesto y lo latente. Pareja antagónica, anorexia-bulimia, en su expresión más manifiesta: no hay anoréxica que no tema volverse bulímica.