No es raro, la práctica del saber textual representa una fuente de riqueza llena de sorpresas. Simplemente porque descortina un horizonte que de inicio es inimaginable y en el que puede verse refulgir una miríada de conexiones. Es el caso de la lectura de Marx -referida por Lacan- y la correspondiente lectura de Freud implicada en la elaboración lacaniana. Por nuestra parte, emprendimos esta vía llevados de la mano de Lacan. Es él quien atribuye al trabajo de Marx el descubrimiento del síntoma (Lacan, 2006, 16). Y es también él quien asegura haberse inspirado en la plusvalía elaborada por Marx para formular su noción de más de goce. Una fórmula que le permite destacar el carácter económico -y, por lo tanto, material- de la cuestión de la causa en el discurso analítico (Lacan, 2006, 29). Ya en lo que se refiere a Freud, nuestras lecturas no permiten asegurar con igual firmeza que haya tenido contacto con la obra de Marx o que-en el caso de haber tenido- haya tenido consecuencias. Sin embargo, sabemos -por la correspondencia con Flüss- que el impacto que provocó la lectura de Feuerbach en ese ávido lector de Börne que era el joven Freud, fue decisivo para llevarlo a abrazar el campo de la investigación científica y tomar el camino de la investigación neurológica.