María Elisa Mitre
En este trabajo la autora desarrolla el proceso terapéutico de una paciente borderline, adicta a la cocaína, con actuaciones severas. Plantea, con su experiencia de trabajar con pacientes graves durante muchos años, que lo que se le presenta como lo más dificultoso en un tratamiento es transitar los momentos de des-identificación de las identificaciones enloquecedoras, donde los pacientes están más expuestos a las recaídas; en este momento del proceso terapéutico, en donde el paciente está “mejor” pero se siente peor, porque lo nuevo es demasiado nuevo e intentan llenar el vacío de la des-identificación con más actuaciones, porque muchas veces ese vacío es confundido con el vacío que los llevó a enfermarse. Esto, dice la autora, resulta también un problema bastante complejo en los equipos terapéuticos, porque al igual que los padres, muchos terapeutas no pueden percibir que es un momento fundamental dentro del proceso terapéutico, y creen que las recaídas significan que el paciente “volvió a fojas cero”. Para ella es en ese momento donde se juega el destino de esa persona que sufre y de las personas que hacen sufrir. En esos momentos de des-identificación, los pacientes están “en carne viva” y necesitan que los acompañemos mucho. Suele ser en esta etapa de “desprendimiento” en que pueden surgir las ideas suicidas. Estas personas con poder patógeno, que hacen sufrir, esos personajes externos e internos (los otros en nosotros), actuaron siempre desde interdependencias patógenas y patológicas, donde tanto el hijo como los padres funcionaron mutuamente como “un veneno necesario”.