Pere Puigdomènech i Rosell
En 1983 se publicaron los primeros estudios demostrativos de la modificación genética en las plantas. Estas presentaban nuevos caracteres gracias a que incorporaban fragmentos de genes que habían sido aislados en el laboratorio. De forma casi inmediata, los principales países desarrollados del mundo, entre ellos los Estados Unidos y la Unión Europea, diseñaron procedimientos para regular el uso en el campo de las plantas que pudieran producirse mediante esas nuevas técnicas. Estados Unidos aprobó el llamado Marco Coordinado para la Reglamentación de la Biotecnología en 1984, y Europa la primera Directiva en 1990, cuatro años antes de que se llevara al campo el primer cultivo de plantas con una modificación genética. Pero nos hallamos en 2016 y Europa cuenta con un sistema regulador cada vez más rígido, a pesar de que los avances científicos van abriendo un amplio abanico de nuevas posibilidades. La consecuencia de ello es una situación paralizada que dificulta la toma de decisiones.