City of Boston, Estados Unidos
Las indicaciones medicamentosas para el tratamiento del trastorno bipolar (TB) requieren de una ponderación de la necesidad de tratamiento del episodio en curso y su evolución a largo plazo. Los objetivos principales radicarán en estabilizar el ánimo, evitar un episodio de polaridad opuesta y prevenir posibles recaídas. Dentro del abanico de tratamientos disponibles se encuentran los estabilizadores del humor, los antipsicóticos, los antidepresivos, y las terapias no farmacológicas. En el presente trabajo se realiza un recorrido sobre las ventajas y desventajas de estos tratamientos. La evidencia empírica indica que el litio resulta el estabilizador del humor más utilizado siendo considerado como gold standard para la prueba de nuevos tratamientos. Los antipsicóticos suelen ser los fármacos de elección para episodios maníacos con o sin este tipo de síntomas y prefiriéndose a los atípicos por presentar menores efectos secundarios. El uso de antidepresivos debe ser cauteloso por el riesgo de polarización a estados maníacos. Finalmente, dentro de las terapias no farmacológicas, la terapia cognitivo conductual y la psicoeducación son consideradas las intervenciones más eficaces.
Medical prescriptions for bipolar disorders require taking into account both episodic and long-term treatment. The main objectives will be mood stabilization, avoiding inducing an opposing episode and preventing of relapses. Treatments available include mood stabilizers, antipsychotics, antidepressants, and non- pharmacological therapies. This papers overviews advantages and disadvantages of those treatments. Empirical evidence indicates that lithium is the most widely used mood stabilizer being considered the gold standard for testing new treatments. Antipsychotics are usually used for treating manic episodes with or without that type of symptoms. Atypical antipsychotics are preferred for they present fewer side effects. The use of antidepressants must be cautious for they may induce a manic episode. Finally, behavioral cognitive therapy and psychoeducation prevail as the most effective interventions among non-pharmacological options.