Saber dónde estamos en relación con nuestro entorno (calles, árboles u otros puntos de referencia en derredor) es una habilidad tan capital que sin ella nuestra supervivencia como individuos y como especie correría serio peligro.
Redes de neuronas situadas en lo más profundo del cerebro cooperan para crear un mapa mental del entorno que nos permita trazar el trayecto de un lugar a otro, como un auténtico análogo biológico del Sistema de Posicionamiento Global (GPS).
Las regiones del cerebro involucradas en la búsqueda de rutas están íntimamente ligadas con la formación de recuerdos nuevos. Cuando esos circuitos neuronales fallan sobreviene la desorientación que caracteriza a los enfermos de alzhéimer.