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Sigifredo Ospina Ospina
La Universidad Nacional era en los 70's un espacio enorme, verdiblanco, abierto, sin mallas, que con solo pisarlo producía un efecto mágico de seguridad y confianza estableciendo el límite subjetivo entre la amenaza de la ciudad y la acogida del hogar, cuando se llegaba por las noches a las residencias "Gorgona" donde muchos de los residentes "pirateabamos'". En aquel entonces las residencias aún eran vivibles. Se caracterizaban por las señales etnocéntricas de las distintas colonias regionales estudiantiles destacándose los avisos en las ventanas de los costeños y los paisas. Eran punto de encuentro del movimiento estudiantil latinoamericano e incluso mundial como refugio temporal de visitantes, además de cumplir con la no menos importante función de ser la fuente de seguridad etológica-territorial de los propios. Frente a las residencias la percepción y los sentimientos eran condensados. Por un lado se consideraba de poco estatus vivir en ellas, pero por otro eran vistas como una especie de territorio sagrado estudiantil con un gran valor simbólico por su condición de "fuerte" inexpugnable, a donde no se atrevía a llegar ni la policía, pues se asumían como expresión de la autonomía universitaria.
