Todos los discursos éticos han hecho desde siempre una promesa de felicidad que no se cumple nunca. Desde el discurso de la eudemonia aristotélica hasta las llamadas éticas del bienestar y el consenso, todos los planteamientos han supuesto un retorno a la armonía natural y una reconciliación del género humano sea esta bajo formas religiosas el cuerpo místico o bajo formas laicas -la voluntad general o la acción comunicativa. Toda experiencia moral está sustentada según estas éticas del bienestar en una relación articulada de la conducta humana con la llamada Ley Moral encaminada siempre en dirección a un Bien Supremo, razón última de sus ideales de conducta. El Ethos costumbre o carácter intenta enderezar la conducta de manera adecuada al cumplimiento de esos modelos o imperativos morales. En el fondo suponen una especie de predestinación hacia el Bien Soberano llámese a este gozo contemplativo, fusión con la cosa o retorno al estado paradisíaco ya sea en el paraíso perdido del estado natural primitivo o en el reino final de la Utopía.