Después del diagnóstico de una patología cerebral capaz de producir varias consecuencias motrices, debe realizarse una precisa evaluación clínica de la motricidad, con la finalidad de identificar los posibles trastornos así como prever sus consecuencias funcionales. El balance cerebro motor responde a estas necesidades reuniendo los datos cualitativos y cuantitativos de los trastornos del niño afectado.
En el examen, se trata de comparar las aptitudes motrices de un niño con sospecha o diagnóstico confirmado de parálisis cerebral, con las de un niño sano.
Este modo de evaluación se apoya en particular sobre varios criterios clínicos estudiados en las aptitudes motrices innatas del recién nacido y lactante normal.
La metodología consiste en identificar y evaluar las anomalías que aparecen en la motricidad espontánea, y en la motricidad provocada mediante unas maniobras definidas, las cuales producen de forma automática reacciones antigravitatorias y de desplazamiento.
El examen se completa mediante la búsqueda de los reflejos miotáticos anormales y de la disminución de las posibilidades de alargamiento de los músculos.
En definitiva, se trata de realizar una evaluación clínica factorial, que permita distinguir las anomalías patológicas, de las anomalías transitorias, o en su caso, confirmar la normalidad motriz.
En los casos patológicos, los datos contribuyen a establecer el diagnóstico médico y la elaboración de un pronóstico prefuncional. Además, los mismos datos se utilizan para establecer una estrategia de educación terapéutica de la motricidad a corto y largo plazo, así como también la organización de un tratamiento ortopédico preventivo precoz.