Ruimán Tendero Ojeda
La evolución teórico-práctica de las distintas perspectivas y formas de abordar la práctica psicomotriz ha dependido históricamente de las investigaciones y experiencias que han tenido como objeto de estudio y análisis al niño y su desarrollo evolutivo. Ésta focalización y empeño por construir los cimientos teóricos y pragmáticos que giran en torno a la evolución psicomotora del niño, ha provocado que se dejen a un lado esfuerzos por darle un cuerpo científico específico a está práctica, cuando los beneficiarios de la misma son personas adultas.
Teniendo en cuenta ello, los trabajos que parten de las experiencias en este campo con Adultos con Discapacidad Psíquica son escasos, por no decir inexistentes. Esto ha convertido la práctica psicomotriz con esta población en una tarea de adaptación de los métodos aplicados en los niños y de experimentación desde la propia actividad.
Por todo esto, esta comunicación nace con el objetivo fundamental de intentar transmitir todos aquellos aspectos diferenciales y específicos, que se han encontrado en la realidad de las sesiones de psicomotricidad con grupos de las características anteriormente citadas. Pone especial énfasis en las posibles estrategias a utilizar por parte del guía de la sesión cuando actúa con el objetivo de fomentar las relaciones y promover la integración de todos los miembros del grupo.
Nuestra práctica camina siempre abrazada a una premisa que fundamenta toda nuestra labor: las personas con las que trabajamos son adultos, es decir, tienen una edad lo suficientemente avanzada como para haber estado en contacto con variopintas experiencias y situaciones que han ido conformando su personalidad y dando cierto grado de madurez a sus acciones y pensamientos; y por otro lado, tienen una discapacidad psíquica que responde a las limitaciones cognitivas (memoria, atención, razonamiento, etc.) que pueden incidir en sus aprendizajes en todos los ámbitos: social (ej.:habilidades sociales), afectivo-emocional y personal (ej.:autoestima), académico-escolar (ej.:conocimientos básicos), etc.
Abordando la práctica desde esta postura, se intentan evitar los comunes errores de infantilizar las propuestas de trabajo con esta población, cayendo en el equívoco de que las limitaciones psíquicas los conducen a estados evolutivos y de desarrollo equiparables a los de la infancia. El adulto con discapacidad psíquica no es un niño. Por ello es importante entender que se trata de personas que han dejado su etapa infantil atrás en cuanto a gustos, preferencias y motivaciones, y que, entre otras cosas, es su discapacidad psíquica y/o física asociada la que incide en sus capacidades cognitivas y psicomotoras. Bajo esta perspectiva se estructura y guía el juego y las relaciones que éste permite dentro de las sesiones.
La presente comunicación sobrevuela el mundo de la psicomotricidad en las personas pertenecientes a la población nombrada, usuarios del Centro para Personas con Discapacidad Psíquica «Ismael Domínguez» de Tacoronte, haciendo escala en las características específicas observadas en el juego, tanto en su vertiente sensoriomotora como en la simbólica, la representación, las relaciones, la comunicación y el lenguaje, las normas, la autonomía, las capacidades cognitivas, la estructura de las sesiones, la acción y estrategias del psicomotricista, y un variada cantidad de situaciones, acciones y reflexiones fecundadas en la vivencia.