J.L. Gómez Díaz
Durante la Segunda República Española, el premio Nobel Santiago Ramón y Cajal (1854-1934) había logrado formar una importante escuela neurobiológica que suponía el paradigma de estudio integral y anatomofuncional en las disciplinas morfológicas, fisiológicas y clínicas del sistema nervioso. Dicha escuela, que florecía en las tres sedes del Instituto Cajal en Madrid, fue prácticamente arrasada durante la Guerra Civil española (1936-1939), y la de la mayoría de los colaboradores del gran neurohistólogo fueron represaliados. Algunos de estos investigadores lograron exiliarse en América y continuar su labor de investigación y enseñanza. Gracias a la política de asilo del presidente Lázaro Cárdenas, varios de ellos desarrollaron una gran labor en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y se convirtieron en pioneros, fundadores de instituciones y maestros venerables en México. Entre ellos se encuentran el neuropsiquiatra Dionisio Nieto y el patólogo Isaac Costero, colaboradores de Pío del Río Hortega, el fisiólogo José Puche y el farmacólogo Rafael Méndez, alumnos de Juan Negrín. La labor de Dionisio Nieto es especialmente destacable como beneficiaria de la escuela de Cajal ya que, entre numerosas aportaciones, aplicó las tinciones de Del Río Hortega a enfermedades neuropsiquiátricas como la epilepsia y la esquizofrenia desde la década de 1950. Además de su legado en la psiquiatría mexicana, sus alumnos de neurociencias han extendido su labor neurohistológica, como Alfonso Escobar Izquierdo, o psicofisiológica, como Augusto Fernández-Guardiola, otro refugiado de la Guerra Civil española, quien antes de su muerte en 2004 publicó una honda obra testimonial sobre las neurociencias del exilio español en México.