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Milagros Oregui Navarrete
El modo de funcionar melancólico corresponde a un fracaso del Yo del sujeto psíquico, que queda perdido, junto con un objeto investido con libido narcisista. esta patología implica un borramiento de la subjetividad y una compensación de la herida del narcisismo más allá del principio del placer. En esta deriva se desimbrican las pulsiones y toma el timón la compulsión de repetición, no sometida a la represión y ávida de evacuar el dolor con la descarga en el paso al acto y en la vía alucinatoria. Las consecuencias en la clínica de este funcionamiento regresivo del doble retorno son: las exigencias de la majestad del bebé del narcisismo y la urgente necesidad de compensación del daño sufrido pasivamente; como ilustra el caso que se presenta. Los mecanismos de defensa que sostienen este retorno, a la relación, con el objeto investido narcisísticamente, son el clivaje y la renegación. El Yo perdido (caído en identidad de víctima) se invierte en la exigencia de un Yo-ideal aliado del ello, que cortocircuita la mediación de una represión, porque sucumbe al goce de la desligazón de la pulsión. La tiranía de esta identificación con el agresor se ejerce, exigiendo mágicamente la restauración de la imagen especular, en la relación con un otro que no tiene la alteridad de la diferencia, sino la contracarga de un espejismo que corresponde a la necesidad del encuentro con una neorealidad. El trabajo en la transferencia es crear puentes capaces de representar la atracción de este tipo de investimiento, que satisface de este modo al yo-ideal abusando de la indefensión, y arrastra a los objetos al deshecho con un ataque que desprecia al Yo del sujeto y al principio de realidad.
