La importancia del llamado segundo sistema de señales en el marco del desarrollo de la psicología de soviética, basada en el criterio marxista-leninista de la conciencia como producto de la materia altamente organizada, supuso una apuesta revolucionaria que provocó, a la larga, un cambio de parámetros en la cultura occidental. Sorprendentemente, esta misma apuesta teórica que sobrepone el poder del medio y destierra la posibilidad del innatismo, se fraguó paralelamente a otras concepciones filosóficas aparentemente lejanas cuyas repercusiones finales no han sido menos convulsivas. Este debate clásico, el de la mente y la materia, parece haber quedado clausurado precisamente en el exterior del propio hombre, en sus condiciones de existencia, y todavía hoy la psicología parece no haber encontrado una respuesta sólida a nivel epistemológico para solventar los problemas que esta concepción ha desencadenado en su seno