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Interroga una vez más el comentario de Lacan sobre Antígona, desarrolla tres dimensiones de lo que constituye su propia lectura de la tragedia: el deseo y el goce, el problema de la transmisión y la cuestión del desafío, que el autor eleva a desafío radical, paradigma de la transgresión de la ley del Otro. Responde a la pregunta por el goce del cuerpo y de los cuerpos, por oposición a un goce fuera de la historia, que constituye el acto transgresivo de Antígona, que a la vez se sostiene como acto de responsabilidad que subvierte la ley proferida por Creonte. La paradoja del acto de Antígona en su estatuto de "deseo puro" permite al autor la reapertura del debate sobre la cuestión de la transmisión, a partir del cual desarrolla nuevas perspectivas sobre la ética del psicoanálisis.
