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Ricardo Ron Angevin, Antonio Díaz Estrella
Introducción. Una interfaz cerebro-computadora, generalmente conocida por la sigla en inglés BCI (brain-computer interface), se basa principalmente en el análisis de las señales electroencefalográficas (EEG) captadas durante algún tipo de actividad mental para controlar un componente externo. Sus principales destinatarios son personas que sufren grandes deficiencias en sus funciones motoras, como las afectadas de esclerosis lateral amiotrófica. Uno de los principales problemas de los sistemas BCI basados en ritmos cerebrales es la necesidad de un adecuado entrenamiento que ayude al sujeto a conseguir y mantener cierto control de las señales EEG. Objetivo. Estudiar las consecuencias que puede tener en el entrenamiento inicial una determinada elección de las tareas mentales que deberá llevar a cabo el sujeto. Sujetos y métodos. En los experimentos participaron 18 sujetos sanos y sin experiencia previa en BCI que se dividieron en dos grupos: un grupo debía llevar a cabo el entrenamiento discriminando entre dos imágenes motoras y el otro debía discriminar entre una imagen motora y el estado de reposo. El estudio se llevó a cabo mediante medidas objetivas y subjetivas. Resultados. No todos los sujetos lograron controlar sus señales EEG; sin embargo, los del segundo grupo mostraron una mayor facilidad para controlar el sistema BCI. Conclusiones. Para que resulten efectivos, los protocolos de entrenamiento no deben imponerse al azar, sino adaptarse a cada sujeto. En algunos casos, se hace necesario incrementar el número de sesiones sin feedback antes de someter a un sujeto a una sesión con feedback, y es muy importante una correcta elección de las tareas mentales que se deberán llevar a cabo. Las tareas de discriminación sencillas no sólo mejoran los resultados de la clasificación, sino que además producen una mayor satisfacción a los sujetos.
