La personalidad puede ser definida como la dimensión individual de la experiencia relacional acumulada, en diálogo entre pasado y presente y doblemente contextualizada por un substrato biológico y un marco cultural. La nutrición relacional es el motor que construye la personalidad, partiendo de una narrativa de la que se segrega la identidad, en estrecho contacto con la organización y la mitología de los sistemas de pertenencia y muy especialmente de la familia de origen. Las dos grandes dimensiones que definen la atmósfera relacional de ésta, la conyugalidad y la parentalidad, delimitan tres áreas de disfuncionalidad, a saber, las triangulaciones, las deprivaciones y las caotizaciones, en las que sientan sus bases los diversos trastornos de personalidad.