Las alucinaciones constituyen un síntoma fundamental en psiquiatría, neurología y otras especialidades médicas. Sin embargo, el significado del término es muy diverso debido a las distintas acepciones etimológicas y, además, no existe una teoría general que explique su se-miología, función y significación clínica. Asimismo, a pesar de que se han formulado numerosas definiciones de la alucinación a lo largo de la historia, siguen sin resolverse cuestiones importantes en torno a su concepto. Por ejemplo, si todas las alucinaciones, con independencia de la modalidad sensorial, son fenómenos equivalentes (como se desprende de la definición de Esquirol); si las alucinaciones psiquiátricas similares a las que aparecen en el enfermedad neurológica, la estimulación eléctrica, las inducidas por drogas o privación sensorial; si tienen el mismo significado clínico las alucinaciones que aparecen en la vejez que las ocurridas en la infancia. Desde el siglo XIX, cuando se consideró como síntoma, existen dos teorías fundamentales para explicar su origen: sensorial (alucinación como percepción) y no sensorial (alucinación como imagen).
La propuesta impuso un modelo restrictivo de percepción a todos los sentidos; es decir, al igual que la visión y la audición, el tacto, el gusto y el olfato también necesitan de un estímulo externo. Esta teoría se ha topado con serias dificultades en las alucinaciones gustativas, táctiles o cenestésicas, en las que el objeto externo no puede ser dilucidado.