La deficiencia visual se considera un defecto físico cuando no va asociada a otra patología. Como tal defecto físico conlleva, por un lado, un compendio de frustraciones que afecta a la personalidad del invidente y a la de los que configuran su entorno y, por otro, una «lentificación intelectual», nunca un retraso, debido a su escasa estimulación familiar, educativa y social. Por tal circunstancia, en este artículo, se pretende dar unas pautas de intervención para los profesionales de la Educación Infantil