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José Luis Pérez Iñigo, José Luis Medina
Las catástrofes, si bien son un problema muy antiguo y constante para la humanidad, siguen causando un gran impacto social. Los desastres causan graves pérdidas (humanas y materiales) y producen una disrupción social severa, un auténtico trauma social, del que la psiquiatría no puede mantenerse al margen.
Los efectos del desastre pueden extenderse como una gran onda expansiva sobre la salud mental de individuos y comunidades. La psiquiatría como ciencia, en parte social, tiene el derecho y el deber de intervenir, para evitar las catástrofes, si es posible, o mitigar sus deletéreos efectos psicosociales.
La psiquiatría debe participar en los programas de manejo del riesgo de desastres, con sus acciones fundamentalmente preventivas sobre las amenazas y vulnerabilidades de las poblaciones.
También en los planes de preparación para los desastres y en las actuaciones de emergencia, así como en los programas y procesos de reconstrucción y rehabilitación de los traumas individuales y colectivos secuelares.
Las catástrofes son nuevos escenarios en donde debemos desarrollar procesos y acciones para optimizar las medidas de prevención-mitigación, en estos momentos en que las comunidades, profundamente heridas, necesitan ver alguna luz para aferrarse a la esperanza.
