El rostro humano es un estímulo muy especial. Asociado a nuestra identidad, es también el medio por el cual expresamos nuestros sentimientos y emociones. Así, suponemos que su papel en la regulación de las relaciones sociales tuvo importancia para la supervivencia de nuestros antepasados. Por ejemplo, la capacidad de distinguir rápidamente si una persona desconocida podría ser una amenaza. La posibilidad de una detección de expresiones agresivas procesada a nivel automático, no-consciente, ha sido probada en experimentos de condicionamiento clásico, utilizando respuestas electrodermales como medida del condicionamiento. Se observó que cuando una cara enojada era asociada a un estímulo aversivo la respuesta condicionada era más fuerte que cuando el estímulo condicionado era una cara alegre, hasta en condiciones que imposibilitaban la percepción consciente de los estímulos. En dos experimentos de búsqueda visual en que utilizamos rostros esquemáticos exprimiendo diferentes expresiones faciales, se ha hallado un sesgo para la detección de caras enojadas. Así, una cara expresando ira en un conjunto de caras alegres fue detectada más rápidamente y más veces que una cara alegre en un conjunto de caras enojadas. Estos resultados están en concordancia con los sesgos de percepción encontrados en las perturbaciones de ansiedad, y con los estudios recientes sobre un procesamiento preferencial de estímulos y situaciones que pueden representar amenazas para los sujetos.