Una de las dimensiones más importantes de la acción pedagógica en el ámbito de la educación moral, se debe orientar al desarrollo de competencias y conductas que supongan un alto nivel de autorregulación y autocontrol en el alumno / a. El desarrollo de estas capacidades puede suponer una mayor coherencia entre juicio y acción, entre pensamiento y conducta, ya que la finalidad de las mismas es que la persona reflexione sobre su conducta y establezca pautas de acción para mejorarla. Es necesaria la formación de las personas de manera que estén capacitadas para regular, de forma autónoma, su conducta y su actuación en el entorno donde viven, a la vez que están preparadas para presentar conductas singulares, basadas en criterios personales.