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Oviedo, España
La educación debería consistir en enseñar a los hombres, no en lo que tienen que pensar, sino a pensar. Sin embargo, en esta fábrica de ecos (Norman Douglas), se prima la disciplina, el autocontrol, la sumisión y aceptación como dogmas de ciertas verdades (Razón y Verdad iluministas, en consecuencia obsoletas) de las que dudan incluso quienes educan. En una sociedad postmoderna se duda de las grandes verdades, casi por sistema.
La vigencia social de los constructos sociolingüísticos, tales como educación y postmodernidad, determina la atribución de significados, valoraciones y creencias compartidas que se van diluyendo en relaciones interpersonales que les otorgan más entidad. El lenguaje reifica la compleja realidad, la (re)construye; dos términos, acaso eufemismos, se (trans)forman en realidades, cuya esencia y existencia tan sólo es discutida por algunos. La educación lleva siglos de ventaja, pues ya hemos asimilado su esencia, incluso somos defensores de la tradición. En la postmodermidad dicen que estamos inmersos, aunque, tal vez, como le ocurre al pez, no nos percatemos del agua que nos rodea.
En fin, la tesis fundamental de este artículo es que, siendo la escuela una institución moderna (por excelencia) y los alumnos individuos de una sociedad postmoderna, la contradicción y anacronismo al que se asiste a través de la educación tradicional aumenta la brecha que les separa. Palabras clave: Educación, postmodernidad, mecanismos de control.
