La violencia es más que un conjunto de actos que producen daño y debe entenderse en un marco de interacción entre los individuos, los agresores y las víctimas. En este marco no sólo es importante considerar los daños físicos, psicológicos y sociales en la víctima sino las consecuencias en la redistribución de poderes entre ambos. La violencia contra las mujeres en el ámbito doméstico, participa de las mismas características, orígenes y función social que las violencias producidas en otros contextos más estructurales, tanto dentro como fuera de nuestra sociedad y en varias otras culturas. Se trata de una estrategia para mantener el poder patriarcal y una forma de impedir que las mujeres se muevan del lugar de desigualdad que tradicionalmente han ocupado. Por ello, se encuentra comparativamente más legitimada que la violencia masculina y dicha legitimación se expresa en los códigos civiles y penales, los cuales son una cristalización de los valores de la sociedad en que se formulan.