Ana Carratalá Marco
Los seres humanos tenemos una aspiración común, “la Felicidad”, aunque cada uno le atribuya significados bien diferentes. También las personas con discapacidad intelectual y del desarrollo comparten esta aspiración como seres humanos, aunque tengan menos oportunidades que el resto para lograrla. Descubrir qué hace feliz a cada persona y apoyarla para que pueda alcanzar lo que para ella es una vida plena es el deseo más común de las familias y una tarea ineludible de la labor como profesionales. Pero saber qué hace feliz a una persona o qué da sentido a su vida no es tarea fácil. Aspirar a la felicidad requiere estima de uno mismo, sentirnos merecedores de la vida buena a la que aspiramos. La baja autoestima, resultado de un mal reconocimiento de la dignidad, es el primer obstáculo a superar cuando se trata de apoyar proyectos de vida buena. Además, apoyar estos proyectos requiere alteridad, evitando proyectar nuestra propia concepción de lo bueno, para descubrir lo que verdaderamente es importante para cada persona y apoyarla para que lo viva con la mayor autonomía posible, haciendo aflorar sus capacidades y posibilidades de contribución. El Modelo de Calidad de Vida y Apoyos ha sido de gran ayuda para identificar formas concretas de mejora en áreas relevantes de la vida de las personas. Entre las ventajas que aporta el modelo destaca su visión holística de la persona, su enfoque sistémico, su capacidad de identificar estrategias de apoyo que impacten en las diferentes dimensiones de la calidad de vida y la capacidad de evaluar si esos apoyos son los adecuados. La Planificación Centrada en la Persona, como enfoque y como metodología, tiene su mayor aportación en el hecho de permitirnos profundizar en los significados que cada persona otorga a eso que llamamos Felicidad o Vida Buena, identificando la forma de avanzar hacia ese ideal con otras personas en el seno de sus comunidades.
Human beings have a common aspiration, “Happiness”, although each one attributes very different meanings to it. People with intellectual and developmental disabilities also share this aspiration as human beings, although they have fewer opportunities than others to achieve it. Discovering what makes each person happy and supporting them so that they can achieve what is for them a full life, is the most common desire of families and an unavoidable task of the work as professionals. But knowing what makes a person happy or what gives meaning to their life is not an easy task. Aspiring to happiness requires self-esteem, feeling deserving of the good life to which we aspire. Low self-esteem, the result of a poor recognition of dignity, is the first obstacle to overcome when it comes to supporting projects of a good life. In addition, supporting these projects requires otherness, avoiding projecting our own conception of what is good, to discover what is truly important for each person and support them so that they live it with the greatest possible autonomy, bringing out their capacities and possibilities of contribution. The Quality of Life and Support model has been of great help in identifying specific ways of improving relevant areas of people’s lives. Among the advantages that the model provides are its holistic view of the person, its systemic approach, its ability to identify support strategies that impact the different dimensions of quality of life, and the ability to evaluate whether these supports are adequate. Person-Centered Planning, as an approach and as a methodology, has its greatest contribution in the fact that it allows us to delve deeper into the meanings that each person gives to what we call Happiness or the Good Life, identifying the way to advance towards that ideal with other people within their communities.